El día había transcurrido en medio de una tensa calma. Impartidas las instrucciones al jurado, contenidas en un documento de más de 50 páginas, era ya hora de deliberar. Solo el almuerzo separaba a los miembros del jurado del proceso que les llevaría a decidir sobre la libertad de los acusados. En la sala de prensa, a solo pasos de la sala numero 3 del tribunal, los periodistas aguardábamos apiñados en un espacio que de ordinario era a penas suficiente para cuatro personas. En la entrada, los fotoperiodistas esperaban armados con sus lentes por la imagen perfecta. Pero la espera estaba a punto de concluir. La deliberación había comenzado a las 2 de la tarde y a las 6 los abogados de la defensa anunciaban que el jurado aun no tenía una decisión y que, por ello, se recesaría hasta el día siguiente a las 9 de la mañana.
No bien terminaba el licenciado Harry Anduze de explicar la situación al pasar por el portón de entrada de la corte que un alguacil detenía nuestra entrevista sujetándolo por el brazo derecho. “Debe regresar”, le dijo en medio del coro de gritos rojiblancos que había cubierto la entrada del edificio. Y regresó.
Ya había veredicto. Los acusados habían abandonado las instalaciones pensando que habría que esperar al día siguiente, pero las llamadas de sus abogados precipitaron su regreso. Unos 20 minutos más tarde Acevedo Vila, Luisa Inclán Bird, sus familiares y abogados habían regresado.
En la sala la tensión era evidente. Los fiscales llegaron y con ellos su jefa, Rosa Emilia Rodríguez. También el fiscal Guillermo Gil y el jefe del FBI Luis Fraticcelli. A la extrema izquierda de la sala, el lado de la defensa era una gran madeja de nervios. Acevedo Vilá entró a sala y el solo contacto visual con su madre sirvió para iniciar una reacción en cadena. El ex gobernador irrumpió en llanto y se abrazó a su madre. Las lágrimas inundaron los ojos de Luisa Inclán y de virtualmente todos quienes les acompañaban. Ante la escena, el abogado de la mujer, Michael Pasano, lanzó una advertencia. “No es el momento de llorar, ni de celebrar. La celebración o las lagrimas tendrán espacio fuera de sala”, dijo el abogado. El jurado entró a escena.
“Si alguien cree que no puede contener sus emociones, este es el momento de abandonar la sala”, dijo el juez Paul Barbadoro. Una mujer, la joven del grupo de jurados, entregó a Barbadoro el sobre donde se escondía el futuro de los acusados. Y la lectura de cargos comenzó. “No culpable”, fue la frase que retumbó en sala una y otra y otra vez. No culpable 16 ocasiones. No culpables en todos los cargos. “You are free to go”, cerró el juez y un retumbante “Yes” inundó la sala como queriendo ahogar las caras largas que se asomaban del lado de la fiscalía.
El caso había terminado. Pero su fin solo ha parecido comenzar a escribir más de una nueva historia. Los datos divulgados en sala como parte de la prueba evidencian que el Partido Popular, quizá como el resto de los grupos políticos organizados de la isla con participación electoral, tiene un largo historial de violaciones a la ley de las que su liderato deberá rendir cuentas tarde o temprano. Mientras, el Departamento de Justicia local ya apunta su mira a los empresarios que se declararon culpables en el caso pero que negociaron ventajosos acuerdos con la Fiscalía. La misma Fiscalía que después de 4 años y millones de dólares gastados en la pesquisa salió del tribunal el viernes con las manos vacías. Ni políticos, ni ayudantes, ni empresarios ni colaboradores. Nadie. Cero. Ninguno. Nadie habrá de cumplir un solo día de cárcel. Las lecciones han sido muchas para muchos en este proceso. El tiempo dirá si han sido aprendidas.